domingo, 29 de enero de 2017

Capítulo 18. Perder

Perder es terrible, sobre todo si ese perder implica que sea parte de tu vida. Los últimos años he perdido de manera continua y consecutiva a muchos en mi vida. Perdí a mis abuelos maternos con un año y medio de diferencia. Perdí un sobrino que su paso por este mundo fueron dos horas. Y el año que se nos fue, se llevo a mi mamá, pilar fundamental de mi vida y la de toda mi familia en realidad. 
En  menos de cuatro años, perdí a cuatro familiares, uno cada año. Perdí gran parte de mi soporte a la tierra; y si ya era descarriada y alcohólica ocasional con ellos en mi vida, pensé que volvería a los momentos de mayor postricidad que tuve en mis años de juventú, cuando todo lo resolvía curándome raja. 
Serán los años, la madurez, la adultez, los astros, las estrellas o la pena horrenda que me he cerrado a negarme de vivir el proceso de duelo, para llorar a todos quienes he perdido en los últimos años de mi vida. 
Aún no asemejo ninguna de mis perdidas, aún no término mis duelos por ninguno de los que han partido y que han dejado un vacío horrendo en mi vida y en mi corazón. 

Quizás perder a mis abuelos, era parte de la vida, aunque eso no significa que duela menos no tenerlos en mi vida. Porque duele todos los días; duele no pasar el dieciocho comiendo las empanadas de pino fritas de mi abuela. Duele cada año nuevo que ya no pasamos juntos, duele no escuchar sus voces, duele no sentir sus abrazos, duele no sentir su olor. Duele sentir que ya no están; pero perder a mi mamá, es algo que aún no asumo del todo. 

Es fuerte asumir que ya no habrán más siestas juntas; ni ver películas, ni ir a comer pizzas a Ravera. Ya no habrán mas abrazos, ni besos, ni apapachos, ni cariños. Ya no volveré a sentir su olor; ya no volveré a leerle. Ya nadie me dirá en el día de mi cumpleaños como llegue a este mundo como ella lo hacia cada año. Duele saber que no me acompañara en los logros, que también son de ella. Que no conocerá a mis hijos, que no habrán más almuerzos familiares. Nadie sabrá que paños de cocina comprar para la casa, o ya no será ella la que decida de que color se pintara la casa. 
Con mis perdidas consecutivas lo único que aprendí fue a vivir a concho cada uno de mis días y aprovechar a quienes aún me quedan en mi vida. Quienes me conocen saben que soy una mujer de la risa fácil y contagiosa; pero creo que el ultimo tiempo rio sólo para que el resto no me pregunte como estoy. ¿Cómo debería estar? Cómo debería estar después de perder la mitad de mi vida en un par de años. 
La gente vive quejándose por lo que no tiene y por lo que tiene todo el tiempo, sin darse cuenta lo afortunados que son. Se quejan por los kilos de más, por el tiempo, por el trabajo, por todo. Yo solo me quejo de no haber tenido más tiempo con quienes amaba.

Mis perdidas familiares han desencadenado en mi que viva a concho todo, reír, llorar, amar, abrazar, aprender y desaprender, respirar, salir, etc. Todo absolutamente todo lo disfruto y lo vivo a concho. No se cuando la vida se ensaño tanto con hacerme sufrir y tener que levantarme por los que quedamos aquí. Aún me quedan mis hermanos y mi papá. Aun me quedan mis sobrinas y un compañero que llego en el momento menos y más oportuno a la vez a mi vida. Pero perder de está forma siempre será doloroso y vivir con esos dolores y esas penas es aún peor; lo único que queda es disfrutar todo y a todos lo que más se pueda. Entregándolo todo sin miedo a sufrir, porque no habrá dolor más grande que vivir con la ausencia de los que amaste y ya no están.