domingo, 25 de noviembre de 2018

Capítulo 33. Dos años

25 de noviembre del 2016. Santiago. 19:40 horas.
El cuerpo agotado de mi mamá dejo de luchar.

Los setecientos treinta días posteriores a la pérdida han sido agotadores.
Han sido los tiempos más duros que me ha tocado vivir. Pienso en ella cada día. Me hace tanta falta. La extraño. 
He despertado llorando cada vez que logro soñar con ella.
Me cuesta entender como el tiempo ha pasado tan rápido, como han pasado dos años desde que ya no esta.

Cuesta entender el dolor de perder a alguien cuando uno no lo ha vivido, para explicarlo de manera sencilla: es uno de los dolores más grande que uno puede experimentar. 
La gente siempre dice que uno aprende a vivir con el dolor, que con el tiempo duele menos. Que uno tiene que seguir adelante. Y todo ese discurso bonito de positivismo de mierda, pero ellos jamás entenderán lo que es lidiar con algo que no han vivido.

Yo aún no encuentro la formula para que duela menos. 
Sigo lidiando con aprender día a día a vivir con el dolor. Duele y sigue doliendo como hace dos años. Sigo sintiendo el pecho oprimido. Sigo sintiendo que el dolor es tan grande que no puedo respirar. Sigo llorando escondida. Sigo oliendo su ropa cuando lo único que necesito es un abrazo de ella. 

La pienso cada día. Recuerdo que siempre que el Antonio viajaba al sur dormía con ella. Extraño algo que era tan cotidiano como dormir abrazadas. Extraño escuchar "ya llego la tarro con piedras", escuchar su voz, su olor, ir a Ravera a comer pizza tradicional, ver La Fiera a la hora de almuerzo, su risa, su carcajada de bruja, sus apreciaciones tan asertivas.

No ha dejado de doler ni un poquito, me sigues haciendo falta mamá tejona. Me seguirás haciendo falta sin importar cuanto tiempo haya pasado, así pasen diez o veinte años, seguirá doliendo como hace dos años atrás.