viernes, 14 de junio de 2019

Capítulo 35. Desechable.

Los guardias decían que debíamos salir de la estación y en los altoparlantes no se lograba entender qué mierda pasaba. 
Ví a mucha gente corriendo a lo largo del andén; guardias, seguridad, personal con equipo de rescate. El metro estaba sin energía y con las puertas bloqueadas, los pasajeros estaban adentro. 

Logré escuchar a un vigilante que alguien había caído a las líneas.
Sentí una angustia tan profunda que no podía respirar, me empecé a ahogar, a desesperar. Necesitaba salir y yo no entendía porque la gente no quería salir. Todos se acercaban a mirar. Yo seguía sin entender. 

Alguien había muerto y escuche comentarios tan indolentes; algunos se reían porque alguien se había tirado al metro, otros reclamaban un puto boleto de metro, un boleto por la shusha, en serio? Weón se murió alguien y en serio estaí pensando en un puto boleto de metro. Sentí impotencia, pena, angustia.
Intenté calmarme respirando, pero no lograba sacar el aire. Subí las escaleras desorientada, ahogada. Los cabros me siguieron.

Salí a la esquina de Catedral con San Martín, donde se encuentra la escalera del metro San Ana. Me llevé las manos a la panza, aún no lograba sacar el aire. Intenté calmarme sobando la panza en círculos, como me enseñó mi mamá y de la nada comencé a llorar con una pena tan grande. Sentí tanto dolor. 
Seguí ahogada un rato más, llorando. Logré calmarme un poco y comencé a respirar mejor, pero seguí llorando mucho rato después.

Se me acercó una mujer, no sé de qué edad porque yo estaba agachada; me ofreció un pañuelo y me pregunto que si estaba bien. 
Seguí llorando ahogada y le respondí que no se preocupara que estaba bien. En lo único que pensaba era que necesitaba respirar y calmarme porque estaba en plena crisis de pánico y debía contenerme; necesitaba concentrarme en respirar para poder calmarme. 
De la nada me pregunta si acaso vi el cuerpo o si vi algo. Solo atiné a mover la cabeza asqueada con su insensibilidad. Seguí llorando, y en lo único que pensé fue: mundo culiaó en el que vivo; preocupados que les devolvieran un pasaje, de reírse, de mirar, de grabar, de tomar fotos; había alguien muerto y a nadie parecía importarle. 
Los cabros me apañaron todo el rato, dándome el espacio necesario para poder calmarme y contenerme cuando ya había logrado asimilar que me provocó la angustia y la crisis. 

Caminamos un rato, las lágrimas me caían solas. Me limpie la cara varias veces. Escuché las sirenas de los bomberos y la gente en vez de dejarlos pasar, seguían cruzando la calle. Seguí pensando que eran todos un montón de culiaos de mierda. 


viernes, 29 de marzo de 2019

Capítulo 34. Nosotros

Él no tenía nada claro.
Yo no tenía nada claro.
Ninguno de los dos tenía resuelta la vida. Para ambos la vida era un poco caótica, dispersa y aproblemada. La vida adulta era un fiasco profundo. 

A veces nos acompañamos; a ratos, de lejos o de cerca. Nos vemos días seguidos o desaparecemos semanas completas. Hablábamos poco y a ratos hablamos mucho. Nos acercamos y nos alejamos como las olas en la arena. A veces ambos nos preocupamos, otras no.

El tiempo ha sido un vaivén extraño en nuestras vidas. Nos junta y nos separa, como sí todo esto fuera un ciclo. Como si nos quedara siempre algo pendiente. 
Así han pasado los años, la vida. Siempre me pregunto si realmente tenemos algo pendiente; o él o yo o ambos somos tan cobardes de no hacer nada por saber que sucede. 

Es una relación ambigua, ninguno de los dos sabe que piensa o siente el otro. Ambos tenemos corazas y ninguno las quiere romper. Quizás por temor a perder lo que tenemos, pero que tenemos? Un vínculo, un lazo, un afecto escondido que ninguno quiere reconocer. 
Hemos sido temerosos y no hemos aprendido nada en todos estos años. Seguimos separados y juntos. Seguimos siendo cobardes a nuestra manera, pero preferimos eso a nada. Acaso nos resignamos a eso para no sufrir, ni comprometernos. Porque al final a nuestra manera, nosotros nos seguimos teniendo, a pesar de todo y nada a la vez. Seguimos siendo nosotros aunque ni tú ni yo lo reconozcamos.