lunes, 29 de agosto de 2016

Capítulo 13. Huacha Loca

Mi madre siempre ha dicho que soy loca. Siempre fui media Juana Tres Cocos pa mis cosas, y  con justa razón, mis compañeros de juegos eran mis dos hermanos mayores y un primo él cual siempre me sacaba la shusha. 
En mis primeros años no jugué ni a las tacitas ni a las muñecas. Jugaba a las bolitas, a tirarnos cerro abajo arriba de un skate, a la lucha libre, a tirar elásticos desde el balcón de Alonso Ovalle ( a veces lanzábamos escupos ) y un sinfín de juegos bien amachados para la señorita de la casa. 

A mis tiernos cuatro añitos, el juego consistía en lo siguiente; poner un skate sentarse y lanzarse cerro abajo, todo suena muy simple. Como era un juego muy de machos mis hermanos que lo hacían siempre, nunca me dejaban subirme. Hasta que un día los webie tanto, pero tanto tanto, que me dejaron. 

A pesar de estar muerta de miedo me subí igual; no hacerlo hubiese similar a firmar un acta de declaración de no jugar más o ser excluida para siempre de todos los juegos de la vida, debía ser valiente. Pero siempre he sido media torpe, y mi miedo camuflado en valentía presentía lo que pasaría. Pero tenia mis tres cocos bien puestos y me senté en el skate mientras me afirmaban para no salir dispara cerro abajo antes de tiempo; realizaron la pregunta de rigor (estás lista?) y sin alcanzar a responder ya iba bajando con el cuerpo llevo de adrenalina y con el pelo al viento. Aunque el viaje no duro tanto, como me hubiese gustado. Porque como dice la canción abro comillas "una piedra en el camino, me enseño que me destino, era rodar y rodar" Aunque no rodé sobre el skate porque una puta piedra se atravesó. Salí disparada volando por los aires en una maniobra jamás antes vista...y rodé por el piso después de que mi cabeza aterrizara con otra piedra y me hiciera un corte en la cabeza. 
Una vecina me llevo como pudo a mi casa, yo sangrando y chillando como un chancho en el matadero. Mi tía, me recibió y me limpio la sangre. Y yo lloraba y lloraba. 
Termine con tres o cuatro puntos sin anestesia. Yo pataleando arriba de la camilla mientras me suturaban mi herida de guerra. Regrese a casa con un parche en la cabeza, recibida casi con honores por la valentía de realizar tal hazaña. 
Al tiempo después se puso de moda la lucha libre, así que los combos, las llaves y los súper ataques con llaves eran frecuentes, tuve los mejores maestros de defensa personal: mis hermanos. Aprendí que mis puntetes eran decisivos al momento de finiquitar una pelea en la que yo por supuesto, iba perdiendo.
Ya más grandes dimos con un tesoro que tenía mi papá, una bolsa de supermercado llena de elásticos. Creo que estuvimos un año completo tirando de nuestro balcón elásticos a los Pullman de San Bernardo. Teníamos diferentes puntuaciones, si caía en el techo de la micro; si caía dentro de la micro, etc. Mis hermanos que eran mas cochinos que yo, tiraban escupos. Particularmente los escupos no se me dieron muy bien porque siempre terminaba babeada. Así que desistí de la idea de los escupitajos a las micros.

Luego llego la pubertá y arruino todo nuestro imperio de cosas bakanas que hacíamos, porque ya eramos más grandes y no era apropiado ni tirar elásticos, ni escupos, ni la lucha libre. Ya habíamos dejado de ser niños.

viernes, 19 de agosto de 2016

Capítulo 12. La percusionista.

De mi paso por la escuelita rurals quedaron muchos recuerdos. Unos buenos, otros muy malos, y otros que recuerdo con alegría y un gozo en el alma (grande) como fue mi paso por el grupito de folclore.

A parte de estar literalmente entre medio de las vacas; la escuelita rurals, fue un periodo de maduración de mi vida a pesar de lo chica que era. Fue un cambio de vida rotundo. Uno de esos cambios fue pertenecer al grupito de folclore y es algo que recuerdo con gracia. 

Creo que siempre he sido un ser disperso, con unas ganas voraces de conocer todo o de todo un poco, y la verdad, no recuerdo como mierda fui a dar al famoso grupito. Tocaba el triangulo, el bombo y el pandero (que toque afanada creyéndome evangélica), no lo ultimo no, pero era metódica. 
Hacer percusión siempre ha sido muy mal valorado por el resto del mundo, incluyéndome. Mil veces será mas bakano el de la batería o el bajo, por sobre un percusionista. Nadie sabe lo complejo que es mantener un sonido sin que los otros sonidos del universo te interrumpan para no perder el ritmo. Pero como yo siempre  he tenido mas ritmo que curao bailando cumbia, caí paradita después de hacer un salto triple mortal en el grupo de folclore. 

Pero mi historia tocando el pandero, el triangulo y el bombo no termina ahí. Tuvimos una presentación artística the rials, en la ya inexistente FISA, que estaba en Camino Melipilla. 
Y ahí estábamos, los niñitos de la escuela rurals mostrando nuestro talento al publico. Que no eran más personas que los papas que nos acompañaron a la presentación (incluyendo a mi madre). Fue un fiasco ahora que lo analizo, pero en esos momentos de adrenalina, yo me creía punk como Kel Calderón, no mentira. Con el tiempo, y después de dejar la escuelita rurals supe que lo mio quizás no era la percusión, tenía mas dotes haciendo africanos que tocando el pandero.