En mis días de más juventú, hubo un período que nos dio por ir al Jardín Botánico en Viña del Mar.
Fue así como al terminar el semestre, se nos ocurrió ir apatotaos a vacilar y celebrar el fin del estrés semestral.
Quien se haya subido a alguna micro de la quinta región podrá entender la emoción de volar, y sentir que fantasilandia es una shala zico al lado de tremenda adrenalina con esos chóferes con complejo de rápido y furioso.
Fue así como después de comprar en Valpo todo lo necesario para nuestro party jard, esperamos eternamente la micro, para hacer más grato el trayecto y la conversa durante el camino ( porque a estas alturas toda la pipuls iba mas seca que escupo de momia ) bajarnos de la micro, caminamos cargados como equecos y decidimos donde nos pondríamos a beber, para por fin posar nuestros cachetes en el pasto.
Los melones con vino comenzaron a rotar en esa gran ronda de gente conversadora, gritona, con carcajadas tras carcajada. Algún chimbombo chimbombero con duraznos pasando de mano en mano y una cantidad interminable de latas de cerveza. Era una convención de monos. Cada uno en su volada, pero a la vez todos juntos.
Quien se haya subido a alguna micro de la quinta región podrá entender la emoción de volar, y sentir que fantasilandia es una shala zico al lado de tremenda adrenalina con esos chóferes con complejo de rápido y furioso.
Fue así como después de comprar en Valpo todo lo necesario para nuestro party jard, esperamos eternamente la micro, para hacer más grato el trayecto y la conversa durante el camino ( porque a estas alturas toda la pipuls iba mas seca que escupo de momia ) bajarnos de la micro, caminamos cargados como equecos y decidimos donde nos pondríamos a beber, para por fin posar nuestros cachetes en el pasto.
Los melones con vino comenzaron a rotar en esa gran ronda de gente conversadora, gritona, con carcajadas tras carcajada. Algún chimbombo chimbombero con duraznos pasando de mano en mano y una cantidad interminable de latas de cerveza. Era una convención de monos. Cada uno en su volada, pero a la vez todos juntos.
Merecíamos tanto ese momento, que después de ese Jardín Botánico, vinieron otros jardines, apañadores de tomateras eternas y dolores de guata de felicidad.
Después de varias horas de compartasound, y blabla, los curaos odiosos debía migrar a sus calabazas. Y está, esta si que era la odisea de la vida. Llegar al Jardín Botánico no fue nada comparado a la vuelta.
El amigo vampiro, que era el único que había llegado en auto, y había tomado tanto como los otros monos, era la única opción.
Subimos como diez personas en un auto enano. Y el vampiro, era igual o peor a los chóferes rápido y furioso de las micros; pero quizás deba afirmar que definitivamente fue peor, porque bueno... el Vampiro andaba tan curaóh como todos nosotros.
Volvimos a Valpo sanos y salvo después de tremenda proeza etílica de andar con tantos curaos arriba de un auto, con un chófer curao, y lograr esquivar tantas curvas en el camino así de curaos como ibamos. Aun no recuerdo en que momento llegamos al departamento del Vampiro y seguimos carreteando un rato más.
Desde ese momento, el Jardín Botánico se convirtió en un lugar de peregrinación etílica que continuamos realizando en algunas ocasiones posteriores y se transformo en un lugar de respeto; porque, desde el momento mismo que alguien mencionaba que iríamos al jardín, todos sabían que nada bueno podría terminar de esa decisión tan valiente.
Después de varias horas de compartasound, y blabla, los curaos odiosos debía migrar a sus calabazas. Y está, esta si que era la odisea de la vida. Llegar al Jardín Botánico no fue nada comparado a la vuelta.
El amigo vampiro, que era el único que había llegado en auto, y había tomado tanto como los otros monos, era la única opción.
Subimos como diez personas en un auto enano. Y el vampiro, era igual o peor a los chóferes rápido y furioso de las micros; pero quizás deba afirmar que definitivamente fue peor, porque bueno... el Vampiro andaba tan curaóh como todos nosotros.
Volvimos a Valpo sanos y salvo después de tremenda proeza etílica de andar con tantos curaos arriba de un auto, con un chófer curao, y lograr esquivar tantas curvas en el camino así de curaos como ibamos. Aun no recuerdo en que momento llegamos al departamento del Vampiro y seguimos carreteando un rato más.
Desde ese momento, el Jardín Botánico se convirtió en un lugar de peregrinación etílica que continuamos realizando en algunas ocasiones posteriores y se transformo en un lugar de respeto; porque, desde el momento mismo que alguien mencionaba que iríamos al jardín, todos sabían que nada bueno podría terminar de esa decisión tan valiente.