sábado, 15 de abril de 2017

Capítulo 19. El Sendero del Señor

Y yo aún no me entero cómo ni en que momento es que retome el sendero del Señor y deje la vida pecaminosa que llevaba llena de vicios. Ya, nunca tanto la verdá! Porque no soy ni tan beata, ni tan milagrosa, ni tan sobria como para admitir tal grado de milagro.

Resulta que de un tiempo a esta parte en mai laif he estado un tanto alejada del mundo de excesos etílicos, y supongo que todo se debe a mi casi nula actividad social en los meses de enclaustramiento que es el resultado de ser una trabajadora, estudiante, dueña de casa, Elvira, amiga, señora de la risa y los infinitos seres que viven dentro de mí; porque si tuviera el tiempo de antaño, otro gallo cantaría en esta historia de rehabilitación.

El otro día salí, por esos milagros que ocurren solo en semana santa y ni siquiera cumplí con la cuota mínima de bebestible, cuando desistí por que hacia frío. ¡Porque hacia frío!, que excusa más de mujer rehabilitada en el sendero del señor. Así que por ende no hay mejor prueba de que el pulento existe y que hace milagros para semana santa. Soy un ejemplo de milagro de semana santa. 

Después de aquella prueba superada por los años de embriaguez callejera de cuneta, cuma y del hampa, puedo decir que la luz del señor entro en mi vida, aunque claro, aún no se si la luz se quede o no en mí, porque queda solo un poco para cumplir con el rito del natalicio; y en las celebraciones de los natalicios, sea de quien sea, siempre hay que brindar (mucho o poco) por los años que se nos van y por los que vienen. Así que esta vez, aún no cantare victoria!

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