Para comenzar esta historia, debo dejar en claro que Sofía no es una persona (aunque solo le falta hablar para serlo) a pesar de eso, he aprendido a descifrar sus maullidos. Sofía es mi gata-hija que hace poco cumplió ocho años.
A Sofía la adopte cerca del metro Pajaritos. Era una cosa diminuta, que caminaba con seguridad. No se cuanto tiempo llevaba en la calle, pero verla tan pequeña, me provoco ganas de no dejarla nunca mas en la vida y decidí, a pesar de todo tomarla en brazos y subirme al metro con destino a mi casa. Y digo a pesar de todo, porque mi papá me había prohibido llevar más animales a la casa, pensé que me llegaría el reto de la vida y que tendría que buscarle un hogar a esa gata que llevaba. La Sofía era tan cuma, que iba con una garrapata bajo el brazo. Yo jamás en mi vida he visto un gato con garrapatas, podrán dimensionar lo cuma que era ver eso.
Llegue a casa con cara de "papi, es tan chiquitita, estaba solita en el metro, si la dejaba la iban a atropellar y mi conciencia no podría con eso". Después de esa cara de culpabilidad-pena-sinceridad-y amor por los animales; mi papá, que es el hombre con el corazón más grande que conozco me dijo que no era tan fea y que fuera a comprarle comida. De esa manera llegó Sofía a nuestro hogar. Arisca, ladrona y peleadora serían las palabras que la definirían cuando llego, ni parecida a la gata que es hoy.
Con el paso de los años, y la muerte de mis otros gatos; Sofía quedo sola en casa (sola al ser la única gata). Era callejera, quien pasara por afuera de mi casa la conocía, la saludan por su nombre y ella la muy fácil se dejaba acariciar. Hasta que hace tres años atrás, la Sofía se perdió. Llegue el fin de semana, y la Sofía no había llegado.
Dos semanas estuvo perdida, y cuando regreso, volvió con sus cuatro patitas quemadas. Desde ese entonces, le teme a otras personas, aunque es más regalona y casera de lo que era antes.
Duerme en mi cama, le gusta dormir tapada en invierno, y en verano al lado de mi cabeza. Le gusta comer pollo cocido; que le rasque la cabeza. Toma agua desde la llave corriendo, me hace nanai cuando estoy enferma. Ama su collar con campanitas. Maúlla para pedir las cosas y me espera todas las noches a que llegue a casa y me mira feo si la dejo mucho sola.
Todos le dicen de diferentes formas, Sofía, Sofía Tataena, Titita, Titi, Tita y ella entiende de cualquier forma que se le llame. Me importa un reverendo pepino que la gente encuentre absurda mi manera de querer a los animales, aunque quienes me conocen saben como les hablo y se burlan de mi tono de voz. Espero que mi gatita vieja me dure unos años más, porque no me imagino no tener con quien discutir en las mañanas por el espacio en la cama, y porque es insoportable cuando tiene hambre. Compartimos la flojera los domingos y ese amor tan lindo de mirarnos y entendernos!
Hay amores sigilosos, suave
Como una acuarela en pincel de aire
Sincronía en la constante, eleva
Libera endorfinas esfumantes